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Foto del escritorAlessandra Bonnett

A propósito del miedo

Uno de los temas que causa mucha preocupación en los padres es la forma en la que deben manejar los temores en sus hijos, pues aunque para un adulto puede costar entenderlo, los temores en la niñez son vividos con mucha intensidad. En ese sentido, es de suma importancia hablar de los miedos de los niños: desde cuándo se pueden esperar, cuáles son los más comunes, qué miedos no deberían presentarse y qué podemos hacer para manejarlos de la mejor manera.

En principio, el miedo es una de las emociones más básicas del ser humano. Supone la percepción de que existe un peligro real o imaginario que puede sobrepasar nuestros recursos para hacerle frente. Se compone no solo de la sensación del temor, sino que también involucra reacciones fisiológicas, como sudoración o hasta incluso dolores estomacales; elementos cognitivos, que pueden ser ideas, pensamientos, imágenes o recuerdos; e incluso una parte conductual que involucra cómo nos desenvolvemos frente al miedo, huyendo, enfrentándolo o pidiendo ayuda.

Es una emoción que culturalmente connota una amenaza, pues es vista de forma negativa por la mayoría de personas. Es común escuchar por ahí frases como “no le tengas miedo” o “el miedo es de cobardes”. Sin embargo, el miedo constituye una emoción adaptativa cuando se presenta en una intensidad media y como resultado de una experiencia que puede ser peligrosa en la realidad. Podríamos, entonces, imaginar que el miedo viene con un cartelito que nos indica “cuidado, esto puede ser peligroso para ti, podrías hacerte daño”. Entonces, viéndolo desde esta perspectiva, si sentimos miedo al ver un perro sin correa por la calle, esta emoción cumplirá la función de llevarnos a actuar con cautela, protegiéndonos de un posible peligro de, por ejemplo, acercarnos a un perro agresivo y salir lastimados por una mordida.

Es así que, los miedos en los niños son una parte importante de su desarrollo y de su adaptación al entorno. Les permite ir con cuidado y experimentar cada evento como con su propia “alarma biológica” incorporada. Con lo cual, a los padres les corresponde tener los roles de acompañantes y guías de sus hijos en su desarrollo emocional.

Entonces, ¿cuándo es que un miedo se vuelve disfuncional y deja de ser adaptativo y útil para los niños? Si bien los miedos son saludables, forman parte de nuestro crecimiento psicológico y nos acompañan toda la vida, es necesario distinguir qué miedos son esperables en cada etapa de la vida. Por ejemplo, es completamente natural que un niño menor de dos años presente un miedo intenso a estar solo y separarse de su madre, respondiendo ante esta situación con llantos y gestos de desesperación. Esto se debe a que en este momento de su desarrollo, un bebé requiere de la figura materna, o al menos de un cuidador, para sobrevivir, no solo a nivel físico, sino que también requiere del afecto y vínculo para poder crecer. Lo cual hace que este miedo sea razonable, saludable y adaptativo.

No obstante, en un niño de cinco o seis años, el miedo intenso a separarse de su madre por unos momentos, puede ser visto como algo disfuncional e incluso, si involucra otros criterios, se podría considerar parte de una patología. Este miedo se convierte en un obstáculo para el desarrollo y maduración cuando empieza a cobrar mayor peso y coste emocional en un niño, que a nivel evolutivo ya tiene los recursos para sobrellevarlo y enfrentarlo. En este caso, un niño de cinco años ya podría tener la capacidad de regular sus emociones y quedarse en su colegio sin la compañía de ninguno de sus padres.

Por este motivo, es necesario que como padres puedan tener información relacionada a los tipos de miedo esperables y no esperables de acuerdo al desarrollo evolutivo de los niños. Esto involucra aspectos como madurez emocional, desarrollo del pensamiento, calidad del vínculo parental, entre otros. De esta manera, podrán validar sus miedos, entenderlos e instruirlos en cómo poder enfrentarse y superar poco a poco esta emoción que tanto asusta.

A continuación, se muestran algunos de los miedos más comunes y esperables de acuerdo a cada etapa del desarrollo. No son los únicos y no involucran variables más personales de cada niño, como su historia, crianza ni experiencias traumáticas previas.

  • 0-2 años: Relacionados a la seguridad básica y protección: separarse de los padres, ruidos fuertes, extraños, animales, oscuridad.

  • 3-5 años: Oscuridad, animales, dañarse, personas con disfraces, separación de sus padres.

  • 6-8 años: Separación de los padres, animales, oscuridad, dañarse, seres imaginarios, temblores, soledad, escuela, insectos, doctores.

  • 9-12 años: Animales, dañarse, temblores, exámenes, problemas en el colegio, cambios en el aspecto físico, rechazo en las relaciones sociales, muerte, estar solo en casa.

  • 13-18 años: Enfermarse, problemas en el colegio, rechazo en las relaciones sociales, muerte, dañarse, animales, imagen social.

Alessandra Bonnett Berrocal

Psicóloga - psicoterapeuta

C.Ps.P. 30523


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